Viaje a la felicidad

Mientras la mayoría del planeta vive pendiente del dinero y de la crisis financiera, hay un país en el mundo, Bután, cuya prioridad máxima es la felicidad de sus habitantes.

“Cakid” significa Felicidad en dzongkha, idioma oficial de Bután. Un término rige la vida de los menos de 800.000 habitantes del “reino del dragón del trueno”, situado en la cordillera del Himalaya, entre China e India. Con 2.285 dólares de renta per cápita (España cuenta con 30.150 dólares), lo que preocupa a sus gobernantes no es el Producto Interior Bruto, sino la Felicidad Interior Bruta de sus moradores. Todo se lo deben a un rey único: un monarca con coronado a los 18 años que les permitió, no solo pasar de la monarquía absoluta a la democracia, sino escolarizar a sus hijos, mimar sus tradiciones y, sobre todo, tener un gobierno absolutamente pendiente de su felicidad.

Jigme Singye Wangchuck, cuarto rey de Bután, fue un visionario: confiaba en su pueblo, lo adoraba; y tenía en mente que una apertura exterior era necesaria para elevar su educación, su esperanza de vida y si nivel económico, entre otros. Pero, al mismo tiempo, Jigme Singye pensaba que volver totalmente los ojos al ejemplo occidental era un error: destrucción de la naturaleza, depresión, soledad y abandono de lo espiritual eran también “conquistas” occidentales que el rey no quería ver en su pueblo. En un intento de abrir su país al mundo acuñó un concepto que ya latía en los corazones de sus súbditos: la Felicidad Interior Bruta (FIB), algo mucho más importante para este país que el Producto Interior Bruto (PIB) y que desde entonces pasó a regir las formas y gobiernos de los distintos partidos políticos en el poder. La felicidad, de hecho, es un derecho recogido por la propia Constitución de Bután en su artículo 9.2: “El Estado esforzará en promover las condiciones que permitan la consecución de la felicidad interior bruta”.

 

 


La fórmula de la felicidad. La idea del rey, que tanto el gobierno como los ciudadanos han hecho suya, es que el modo de medir el progreso no debe basarse estrictamente en el flujo de dinero. El verdadero desarrollo de una sociedad, defiende, tiene lugar cuando los avances en lo material y en lo espiritual se complementan y se refuerzan uno a otro. Cada paso de una sociedad debe valorarse en función, no solo de su rendimiento económico, sino de si conduce o no a la felicidad. Así, la única encuesta bianual que se realiza a los ciudadanos butaneses no versa sobre el dinero que ganan, el número de coches que tienen o en qué se gastan los ahorros, sino sobre cuánto se ríen, cómo pasan los días de fiesta, cuántas horas al día juegan con sus hijos y como se sienten espiritualmente.

Absolutamente convencidos de que la vida sin felicidad no tiene sentido, a las autoridades butanesas no se les ha quedado más remedio que intentar poner números a su FIB (Felicidad Interna Bruta). Con la ayuda de consultores externos especializados en psicología y estadística, lo primero que hicieron fue  elaborar una encuesta con 180 preguntas agrupadas en nueve bloques fundamentales: Bien estar psicológico; Uso del tiempo; Vitalidad de la comunidad; Cultura; Salud; Educación; Diversidad medioambiental; Nivel de vida y Gobierno. Esta encuesta bianual, que se realiza desde 2007 a una muestra de  ciudadanos butaneses elegidos aleatoriamente, contiene preguntas tan curiosas como las que siguen:

  • ¿En qué es lo primero que piensa cuando se despierta?
  • ¿Ha perdido mucho sueño por sus preocupaciones?
  • ¿Cuenta usted cuentos tradicionales a sus hijos?
  • ¿Con frecuencia socializa con sus vecinos?
  • ¿Cómo de independientes cree que son nuestros tribunales?

Entonces, ¿cómo se determina quién es feliz y en qué medida?. En una primera fase, la felicidad máxima en cada bloque se identifica con el número 0. Un psicólogo analiza los cuestionarios y otorga a ca una respuesta una “nota” que le permitirá obtener una cifra media en cada uno de los bloques. Una vez recopiladas esas nueve medidas (una por cada bloque) llega el momento de calcular el índice de felicidad Interior Bruta.

La medición de FIB (Felicidad Interior Bruta) de sus habitantes sirve a las autoridades butanesas para elaborar todo tipo de políticas, de salud y educación.

 

 

Fórmula butanesa de la felicidad interior bruta.Los cuatro pilares del concepto butanés de Felicidad Interior Bruta (FIB) son el desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo, la preservación y promoción cultural, la conservación del medio ambiente y el buen gobierno. Basándose en esos pilares se realizan los nueve cuestionarios que conducen al cálculo de la FIB. Cada respuesta a las 180 preguntas puntúa en unos baremos comprendidos entre el 0 y el 1, siendo el 0 la felicidad absoluta o total hay que equipararla con el 1.

Sabiendo que, en esta segunda fase, 1 es la felicidad absoluta, la fórmula está planteada de la siguiente manera: se resta a 1 (felicidad absoluta) la suma de las nueve notas medias elevadas al cuadrado. ¿Quién será el individuo más feliz ?. El que haya obtenido una puntuación de 0 en todos los apartados; es decir, aquel cuya nota más se aproxime al 1. De esta manera, los gobernantes de Bután ponen número a la felicidad de sus ciudadanos, y así pueden utilizar estos resultados para orientar políticas y convertirlos en lo que son: el octavo pueblo más feliz del mundo, según el reputado Mapamundi de la Felicidad de la Universidad de Leicester (Reino Unido). Dicho estudio es una iniciativa puesta en marcha por el psicólogo social Adrian White que, uniendo parámetros de la ONU, la OMS e incluso la CIA ha determinado que los países más felices son Dinamarca, Suiza y Austria. España ocupa el cuadragésimo sexto lugar de la lista; y Bután se sitúa en el mapamundi a pesar de su modesta economía y los pocos medios de sus gentes. De hecho, gracias a esta preocupación, Bután ha conseguido en cuatro décadas lo que otros países en cuatro siglos: educación en inglés, electricidad subvencionada, agricultura ecológica, planificación urbanística estrictamente regulada y un turismo de alto valor cuyos ingresos sirven para subvencionar parte de los impuestos que dejan de pagar sus habitantes. Al estar los principales hoteles controlados por una agencia estatal, el valor añadido del turismo recae en el país, no en las multinacionales. Algo muy importante para un pueblo que subsiste gracias a la agricultura, a pequeños focos de ganadería y a la exportación de la energía eléctrica que generan sus ecológicas centrales hidráulicas.


Una realidad ¿exportable?  El tema de la agencia oficial de turismo de Bután (sin su acuerdo y su autorización es imposible realizar un viaje a este país) es “no tomes más que fotos, no dejes más que tus huellas”. Gracias a este leitmotiv y el férreo control turístico de la agencia, el país sigue siendo uno de los más aislados del mundo. Cuando se viaja como un turista se ha de pagar 200 dólares por persona y día y la agencia se encarga de todo (no hay otra opción). Solo puedes alojarte en determinados hoteles, los itinerarios son pactados y acompañados por guías oficiales (hay regiones en que el turismo está estrictamente regulado para mantener intacta la cultura local o mantener el control fronterizo), igual que tampoco se suele comer en ninguna casa particular o fonda local, sino en los restaurantes establecidos, salvo que se contrate un paquete con alojamiento en casas escogidas de butaneses. Gracias a estas medidas las autoridades han podido preservar el país de la más mínima degradación ecológica, y lo han convertido en uno de los más seguros del planeta.

Si bien es cierto que una de sus peculiaridades hacen de Bután un paradigma alejado de la globalización occidental, también lo es que, a su manera, se ha convertido en guía espiritual y ejemplo para las grandes potencias del mundo. De hecho, los británicos, por ejemplo, ya están midiendo el “bienestar social no material” de sus ciudadanos (algo parecido a la FIB butanesa). Para los suizos, según investigaciones de los psicólogos Peterson y Seligman, “el amor, la esperanza, la virtud, la gratitud y la curiosidad son las fortalezas que más se asocian con la felicidad”, y su gobierno revisa las leyes en este sentido. ¿La razón? Es obvia: la felicidad es el motor que mueve al individuo y, aunque a día de hoy sean pocos los países que se centran en éste concepto para elaborar sus políticas, en un futuro no muy lejano quizás consigamos que este sentimiento universal sustituya a la economía en las balanzas de pago.

 

    Pedro Flores.

Escrito por Pedro Flores de la Huerga el 06/03/2014 a las 19:43

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