Crisis de confianza en la marca Alemania

 


 

La fabricación germana ha sido sinónimo de máxima garantía durante décadas. Crisis como la de VW han hecho perder la confianza.

 

   

La Puerta de Brandeburgo de Berlín, uno de los símbolos del país.

 

 

Hasta hace muy poco tiempo, la publicidad televisiva utilizaba la expresión "tecnología alemana" como sinónimo en el subconsciente de la fiabilidad y tecnología punta. Trabajo bien hecho. Pero después del escándalo Volkswagen su significado ha perdido rotundidad. El sector automovilístico, 14% del PIB alemán y en torno al cual gira una tercera parte de la economía, ha tenido que encajar el fraude de motores trucados en millones de coches y ha dejado al descubierto una falta de respeto por la normativa medioambiental que raya en la insubordinación.

 

Hasta hace poco, los trenes alemanes eran sinónimo de seguridad y puntualidad, pero acabamos de ver en Baviera cómo dos locomotoras de una empresa subcontratada se empotraban la una en la otra arrastrando por el suelo dos trenes de pasajeros y la reputación de Deutsche Bahn, que ya sufrió un accidente similar en 2011, también con diez víctimas mortales, y que ha vuelto a atribuir las causas a un "fallo humano"

 

Lufthansa, por su parte, no detectó entre su personal a un copiloto tan desequilibrado como para hacer chocar intencionadamente un avión de pasajeros contra una pared rocosa en los Alpes, en la primavera pasada. Y por si quedaba alguien por parafrasear a Schakespere, por si quedaba alguien sin pensar que “algo huele a podrido” en Alemania, Deutsche Bank ha causado esta semana un terremoto bursátil y una pérdida de valor de sus propias acciones del 10% al empeñarse en asegurar que cuenta con liquidez, afirmación que por necesaria resultaba ya sospechosa. Quizá consuele constatar que los vendedores masivos de acciones DB eran básicamente hedge funds anglosajones, interesados en provocar una ampliación de capital para participar en ella recomprando las ventas en corto, pero en realidad Deutsche Bank ya había dado al traste por sí solo con sus principios cuando, compinchado con UBS, City Group y JP Morgan, manipuló inmisericordemente los tipos de interés interbancarios a costa de los sufridores endeudados.

A nivel macro tampoco faltan síntomas que hablen de una situación de decadencia. Alemania ha debido ceder resignadamente el liderazgo global de las exportaciones a China, asumir ritmos de crecimiento moderados y plantearse cómo mantener su potencial industrial. En diciembre de 2015, la producción industrial alemana se hundió a su punto más bajo en 16 meses, un descenso del 1,2%, y sus exportaciones se redujeron de forma inesperada en un 1,6%. Jonathan Loynes, analista de Capital Economics, reconoce que las “sorprendentemente débiles cifras de producción industrial” sugieren que la economía alemana apenas creció en el cuarto trimestre” y que “suponen un nuevo golpe a las expectativas de que el crecimiento en las economías de Alemania y de la zona euro para 2016”.

Pero ampliando el enfoque podría pensarse también que todos los anteriores fiascos son en realidad borbotones de un bullente proceso de adaptación en el que el exitoso modelo de la economía social de mercado sufre una metamorfosis para sobrevivir en la economía de la globalización. Ante la enorme presión que suponen los nuevos estándares globales de competitividad, marcas alemanas de prestigio han ensayado diferentes caminos y han dado severos patinazos que pagarán sin duda en sus resultados. El modelo de ventas al exterior sobre el que se ha erigido el motor de la economía europea se ve abocado nuevos retos en una situación de tránsito que, en opinión de Loynes , “añaden urgencia para obtener más apoyo a la política”. Y la política parece bien encaminada. La inversión en I+D sigue siendo récord, la llegada masiva de refugiados podría resolver a largo plazo el irresoluble problema demográfico y la “Agenda digital”, inversiones de 20.000 millones de euros, podría ser a los años 20 de este siglo lo que la Agenda 2010 fue a la crisis financiera y de la deuda. A esta luz y pese a los tropiezos, tenemos motor alemán para rato.

 

REFLEXIÓN: Si esto sucede en Alemania, la locomotora de Europa, ¿que nos puede suceder en España ante la situación que estamos viviendo y lo que nos queda por ver  . . . . . ?

 

 

Pedro Flores.

Escrito por Pedro Flores de la Huerga el 14/02/2016 a las 13:46

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