Pieza de
colección “El KIMONO“
Como el
más preciado objeto artístico, el kimono atesora una ancestral tradición nipona
tanto en su confección como en su simbología y uso social. Una auténtica prenda
de culto, con ADN japonés.
Singular, preciado y heredado de generación en generación, el kimono es objeto de arraigadas costumbres en Japón. De hecho, existen escuelas especializadas que dedican cursos de hasta diez años en los que se aprenden desde el sumi-e (dibujo al carbón) hasta el arai-hari (el delicado proceso de lavado de cada una de las partes que lo componen). No es para menos, dado que esta prenda cosida y teñida a mano cuenta con estrictos códigos de uso como el hecho, por ejemplo, de que solo haya un modo correcto de doblarlo.
El nombre original del kimono era gofuko –significa literalmente “cosa de
vestir”- y su origen se remonta al año 710. Fue durante el periodo Nara cuando
se consolidó la fascinante técnica de confección que permite obtener, a través
de trazos rectos, las piezas de este vestido que resultan adaptables a varios
volúmenes corporales, pero no fue hasta los periodos siguientes (el Kamakura,
de 1192 a 1338; el Muromachi, de 1338 a 1573, y el Edo, de 1603 a 1868) cuando se
consagró como un símbolo textil indiscutible del país nipón. Con la llegada del
siglo XX, fue cediendo terreno a la ropa occidental y hoy en día su presencia
se reduce a acontecimientos destacados como bodas, funerales o ceremonias del
té.
Enfundarse en el kimono es un arte en si
mismo y suele requerir de ayuda externa. Lo primero es ponerse el nagajuban, una enagua de algodón, y
luego el eri, una especie de cuello
blanco inmaculado que se sujeta mediante unos cordones. Sobre ellos se coloca
el kimono per se. ¿Un dato
clave? Es obligatorio (e indispensable)
que el cruce del escote sea de izquierda a derecha. Por último se coloca el obi, un cinturón con bellos motivos labrados y bordados que culminan en la espalda
de dos modos posibles: con “moño”, para las solteras, o con otaiko, un tipo de nudo más sobrio para
las mujeres casadas.
Durante el siglo XVII comenzaron a profundizarse las diferencias entre los kimonos que perduraran actualmente. En principio los modelos masculinos siempre son los más simples, utilizan colores oscuros y patrones sutiles. Por el contrario, el más atractivo universo se despliega en las versiones femeninas. Especialmente en el furisode, el que visten las solteras y goza de llamativos estampados, como flores y aves. Curiosamente el escote es más cerrado y tiene largas mangas. Un dato a tener en cuenta es que, en el mundo oriental, la belleza de la mujer reside en la nuca. Las mujeres casadas, por su parte, visten el tomesode, que es una modalidad mucho más formal. Por su puesto, a la hora de las nupcias, la novia también luce kimono, en este caso conocido como shiromuku: una versión de la prenda confeccionada en blanco impoluto.
Más allá
de su valor estético, las cualidades del kimono codifican relevantes aspectos
acerca de la identidad. Con solo ver sus características, casi todo puede
saberse sobre una persona: sexo, edad, estado civil época del año y ocasión.
Asimismo, los dibujos de
los estampados también responden a un sistema de simbologías que está en
sintonía con creencias religiosas y populares. Este icónico universo comprende dragones (La más poderosa
de las bestias míticas y motivo muy masculino) y gruyas (buena fortuna y
eternidad), además de diversas figuras naturales como vegetación, mariposas y
libélulas. Por ejemplo, el pino, el bambú y el ciruelo representan longevidad,
perseverancia y renovación respectivamente. El universo de signos también se
extiende a los colores: el negro remite La sabiduría y el rojo , a la más
fogosa pasión. Por eso, el kimono dice mucho de la persona que lo lleva y es
una prenda que no solo pone en contacto con el pasado y la tradición sini que
también permite a quien lo viste entrar en comunicación con la naturaleza.
Tras la modernización introducida con la posguerra, comenzó a ser una prenda oficial, reservada para ocasiones especiales y fiestas. Algunas de ellas son el Shichi-Go-San, un festival en que los padres pasean con sus hijos vestidos con pequeños kimonos, y la celebración del 16 de enero, cuando los jóvenes que han cumplido 20 años festejan su ingreso en la edad adulta vistiendo estas prendas.
Pero hay más: el entusiasmo por el kimono
trasciende las fronteras. De hecho, Madonna popularizó esta sensual prenda en
el videoclip de la canción Nothing really
matterrs y también el mundo entero fue testigo de estas vistosas telas en
la película Memorias de una geisha.
Además la cultura del kimono permanece viva a través de clubs de aficionados
que honran y practican esta costumbre, así como en exposiciones en importantes museos como el Itchiku Kubota,
en Japón.
Pedro Flores.
Escrito por Pedro Flores de la Huerga el 06/03/2014 a las 20:52
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