Encuentros de Laborales
CARTA A MI AMIGO CARLOS MELGOSA


En Marbella, a 4 de noviembre de 2007

Mi querido Carlos:

No sé por qué lo hice. Fue un sábado (¿o domingo?) de los que volvíamos de Córdoba a La Laboral. El autobús se detuvo en Cañero frente a una gasolinera. Había sido una tarde intensa, especial. Veníamos de “pelear hembras” y notaba muy viva nuestra amistad (“lo tuyo nuestro y lo mío de los dos”). Era un 4 de noviembre y la gasolinera en cuestión se llamaba “San Carlos Borromeo”. Aquella parada carecía de sentido: no había ningún semáforo ni obstáculo de tráfico alguno; el vehículo funcionaba perfectamente y su conductor lo detuvo sin más, a la espera de que alguien hiciera algo. La misma actitud observé en el resto de pasajeros. Así que ese alguien tenía que ser yo. ¿Pero qué era lo que tenía que hacer? Miré el rótulo de la gasolinera, recordé la fecha y caí: ¡era tu Santo y tenía que regalarte algo!¿Pero qué? Pensé en un acto de generosidad pura. El autobús seguía parado; el rótulo comenzó a parpadear… Mi imaginación se disparó. ¡Ya está!: De ahora en adelante le voy a dedicar un recuerdo amable el 4 de noviembre de todos los años de mi vida. Me sonreí por la ocurrencia, el autobús arrancó y me olvidé de ello. ¡Surrealista!

Pues no te lo vas a creer, pero te aseguro que aquella promesa se ha ido cumpliendo espontánea y rigurosamente a lo largo de los cuarenta y tantos años transcurridos desde entonces. Te parecerá pueril, ridículo, absurdo…, pero es absolutamente cierto.

Por supuesto, me acuerdo de ti en muchas más ocasiones y siempre con una sensación dulce y grata, pero lo del 4 de noviembre nunca falla.

¿Y por qué se me ocurre ahora, a punto de cumplir los 60, abuelo ya de tres nietos maravillosos, pensar en esto y trasladártelo? Porque hoy 4 de noviembre de 2007, voy a cumplir aquella promesa de manera especial. Por primera vez te voy a hacer llegar mi felicitación. Y es que anteayer sucedió algo que reactivó en mí recuerdos y vivencias de aquella época. Verás:

Estaba yo en casa ensimismado en mis cosas cuando de pronto sonó el teléfono. Descolgué y bastó una sola palabra de quién estaba al otro lado para identificarlo inmediatamente, a pesar de los muchos años transcurridos sin oír su voz. ¡Paco! ¡Paco Alemán!. ¡Qué sorpresa tan agradable! Bueno, sorpresa relativa, pues si bien no esperaba esa llamada en aquel preciso instante, durante mucho tiempo he tenido la sensación de que, tarde o temprano, tenía que producirse un nuevo encuentro entre los dos. Y no sólo por el placer de vernos, darnos un abrazo y conocer algo más de nuestras vidas, sino porque como le he dicho a él en otra carta, siento que nuestra separación se produjo dejando flecos sueltos, asuntos pendientes… No sé, pero creo que aquella etapa debió cerrarse de otra manera, al menos por mi parte. Y por eso he vivido con un deseo latente de que esa llamada se produjera. ¡Y aquí estaba! Noté su cercanía y a través de él, la tuya. Y me sentí bien, reconfortado. Como le dije: para mí, “decir amigos, es decir” Paco y Carlos, Carlos y Paco).

Estuvimos hablando más de media hora. Me contó (ésta era la excusa de su llamada), lo del 50 aniversario de la Laboral (¡qué pena que no lo hiciera antes!), lo de la existencia de una página web de antiguos alumnos, y me transmitió la emoción que los datos y fotos que encontró en ella le provocaron… Nos despedimos con afecto y con una sonrisa que todavía conservo.

Nada más colgar me fui al ordenador: google, laboraldecordoba, promoción del 68 y…, ¡Bingo! Ahí estaban tu nombre y tus datos de localización.

Un inciso: Nuestra separación (me refiero a ti y a mi), tiene matices distintos a la que se dio entre Paco y yo. No hay flecos sueltos ni desazón por la forma en que se produce. Simplemente, llega la hora de buscarnos la vida y cada uno gestiona el proceso como buenamente puede ("coge tu mula, tu hembra y tu arreo / sigue el camino del pueblo hebreo / y busca otra luna / tal vez mañana sonria la fortuna... "). Mas tarde, cuando ya tenemos cierta capacidad de elección y un mínimo control sobre nuestro proyecto de futuro, optamos por caminos divergentes, nos preocupamos y ocupamos de asuntos distintos, nos movemos en mundos con muy poco en común y nuestros intereses se organizan jerárquicamente casi al revés. Consecuencia: la posibilidad de comunicación se limita enormemente y con el silencio se levanta un muro entre nuestras vidas. Y no es que nos ignoremos u olvidemos el uno del otro: es que nos convertimos en referentes del pasado, en piezas que no encajan en nuestro puzzle actual.

(Al menos hasta anteayer, ésta era mi interpretación de nuestro alejamiento). Fin del inciso.

Entre los pocos nombres de nuestra promoción que había en la “página web de la nostalgia” (lo digo cariñosamente), estaba el tuyo. Prefiero creer que lo colgaste tú personalmente (aunque no me extrañaría que lo hiciera Pedro “la Olla”, siempre tan buen liante), porque esto me permite deducir que deseas abrir una puerta a la comunicación con los laborales que se te han ido despistando, entre los que me encuentro yo. Y porque me obliga (y lo hago muy a gusto), a corregir la interpretación que hasta ahora hacía de este período intermedio, que resumí en el inciso anterior.

-De modo que como tú quieres y yo también lo deseo, decido traspasar esa puerta que entreabres. Y lo hago un día 4 de noviembre, mientras cumplo aquel compromiso que me hice subido a un autobús parado frente a una gasolinera de Cañero.

Pero llegado a este punto, me doy cuenta de que nada de lo que antecede es lo que yo te quería contar. Pensaba ser muy breve y directo y mira lo que me ha salido.

En todo caso, y si has aguantado hasta aquí, todavía estoy a tiempo. Quiero que sepas que sigo vivo, más vivo que nunca; que valoro y disfruto lo mucho que he recibido y que lo que más me ocupa actualmente es la tarea de devolverle al mundo parte de lo que él me ha dado, tratando de ser mejor persona. Y otra cosa: que entre lo mucho bueno que me ha pasado, hay algo que destaca en mayúsculas: QUE TÚ TE CRUZARAS EN MI CAMINO Y ME ACOMPAÑARAS SIEMPRE.

¡Pues dicho está!

Un abrazo. Romualdo






Buscaba una foto actual y me he decidido por ésta.

Estoy en Granada. Es el 11 de Septiembre pasado. Suelo ir bastante por allí. En esta ocasión, la excusa fue el concierto de Serrat y Sabina en el Palacio de Deportes. Y como siempre, pasé por la zona que hay entre la “Carrera del Darro” y el “Paseo de los Tristes”. Lo que se ve al fondo es el principio (¿o el final?) de la Calle de Elvira, que tanto me recuerda aquel romance de “Mariana Pineda” que tú recitaste en aquella conferencia que diste sobre Lorca en la Agrupación Dintel:

Granada, calle de Elvira
donde viven las manolas.
Las que se van a la Alhambra
las tres y las cuatro solas .
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra
un corselete escocés
con cintas hasta la cola

Las que van delante, garzas,
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.

¡Ay qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?
¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?

Nadie va con ellas, nadie.
Dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas

La Catedral ha dejado
bronces que la brisa toma.
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas
La noche viene cargada
con sus colinas de sombra.
Una enseña los zapatos
entre volantes de blonda.
La mayor abre los ojos
y la menor los entorna.
¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan sus pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?

Granada, calle de Elvira
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra
las tres y las cuatro solas.



Ahora que lo pienso, creo que partió de mi inconsciente la idea de hacerme esa foto y para este fin.



Aquí me tienes en otra, rodeado de belleza por toda partes.

Escrito por Romualdo Estévez Cabello el 25/03/2020 a las 01:18

El ratón sobre la foto detiene la transición.
 

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